La escritora colombiana Pilar Quintana habló con SinEmbargo sobre su novela La perra, un relato en el que se expone un lado pocas veces explorado sobre la maternidad y sobre todo sobre la relación que se tiene con la naturaleza en su estado más salvaje.
Ciudad de México, 26 de octubre (SinEmbargo).– “La naturaleza es maravillosa, pero también es violenta y salvaje y hostil y vos tenés que armarte con el machete para sobrevivir en ella y tenés que sacar tu lado salvaje también”, comentó en entrevista la escritora colombiana Pilar Quintana con motivo de su novela La perra (Literatura Random House), una historia que transcurre en medio de la selva en donde la protagonista, Damaris, experimenta su maternidad frustrada a través de Chirli, una cachorra que adopta
“Ahí está todo el abanico de lo que una madre siente en una vida con su hijo, desde que nace. Una madre nunca deja de ser madre y mira que nosotros sabemos que el hijo adolescente se va a revelar y cuando se revela es hasta chistoso que tu hijo te diga ‘te odio, mamá’, lo esperamos y es aceptado y lo entendemos como un proceso normal de la vida, lo que no expresamos es que el sentimiento es mutuo y creo que no hemos indagado lo suficiente en los sentimientos negativos de los padres, especialmente los sentimientos negativos de las madres”, comentó Quintana a SinEmbargo.
A lo largo de la novela esta misma imagen se irá replicando a través de la relación de Damaris con Chirli, la cual pasa de un amor sin límites hacia la perrita a los reproches y un desapego que esconde un cúmulo de sensaciones.
La autora compartió cómo cuando era pequeña los perros vivían en el patio de la casa y estaban ahí para que ladraran. ”Claro, la gente los quería, pero también los maltrataba y el mundo fue cambiando. Si a mí me hubieran dicho que la gente iba a hacerle fiestas de cumpleaños a los perros, yo hubiera dicho, ‘no, eso no va a pasar’, y eso pasa, si me hubieran dicho que iba a ver cementerios de mascotas y la profundidad a la que iba a llegar nuestra relación con las mascotas, a mí me hubiera parecido de ciencia ficción y creo que esto habla mucho sobre quiénes somos como sociedad”.
Quintana expuso que de hecho en la novela hay otros tres perros que representan esa relación de maltrato que persistía en pasado y está perra nueva, Chirli, a quien incluso el esposo de Damaris, con un historial de maltrato a estos animales, la respeta. “Él sabe que esa perra sí es diferente a los otros perros y yo quería indagar en esto que está pasando entre nosotros, para que en este momento muchas veces nos parezca más satisfactorio tener un perro que tener un hijo o tener un perro que tener un compañero de vida”.
“Por un lado está eso y por el otro, yo viví nueve años en el Pacífico colombiano que es una zona aislada, lejana del centro, una zona que no ha tenido privilegios, una zona que ha sido excluida de los poderes hegemónicos, una zona de pobreza, una zona que cuando vos querés definir qué es el racismo sistemático, esa zona es la definición porque en su mayoría está poblada por negros, la segunda población es indígena y la tercera blanquimestizos, y es una de las más pobres del país”.
En ese sentido recordó que cuando fue por primera vez a esta región quiso vivir en “armonía con la naturaleza” y llegó a vivir a la selva sin usar químicos ni nada por el estilo. “Después de una semana de vivir en la selva, las termitas iban a acabar con la madera que habíamos comprado para la construcción, estábamos llenos de picaduras y de infecciones, y tuvimos que ir por todos los antibióticos, todos los venenos y coger el machete y decirle a la selva ‘vamos a vivir acá, usted me respeta y yo le voy a trazar esta raya para que usted no venga por mí’, y yo creo que eso fue un momento de quiebre en mi vida”.
“Entonces, empecé a preguntarme si ese impulso civilizador, eso que vinieron a hacer acá los conquistadores, no era eso mismo que yo estaba haciendo allá, que es nada más sobrevivir, eso es lo que nos ha permitido tener la civilización que tenemos, que es una fuerza horrible, pero también es una fuerza maravillosa, somos animales y actuamos como animales”,planteó.
De hecho, platicó que cuando tuvo dos perras en la selva las dos se volvieron salvajes. “se escapaban, y empezaban a comerse los animales endémicos y los animales en peligro de extinción, a volverse unas bestias salvajes, porque les pasaba lo mismo que a mí, en la selva sale tu instinto, y pude tener una perra que fue fiel y que estuvo a mi lado cuando hice lo que me indicaban los nativos, que era amarre a esa perra desde chiquita, para que se le quede ahí es decir, quiebre la voluntad, dominela, ejerza, sea conquistadora”.
“Este libro habla sobre ello, sobre cómo la selva, cómo está el llamado de lo salvaje y cómo atendemos a él, queramos o no. Damaris también al final del libro atiende al llamado de lo salvaje”.